El Arrepentimiento de David
En la entrega anterior hablé del pecado de David y la sentencia que a través del profeta Natán dictó el Eterno, la cual se cumplió inexorablemente, como allá quedó dicho. Sin embargo, es interesante que también hablemos de su arrepentimiento.
Cuando Adam y Eva, Caín y el rey Saúl fueron interpelados por su falla o pecado, recurrieron a la evasión de responsabilidad, y echaron la culpa a otro. Los dos primeros, en un sentido culparon al mismo Creador, pues Adam dijo: “la mujer que me diste”, e igual Eva: “la serpiente”, por supuesto, creada por el Eterno. Caín, se fue por la tangente, y dijo que él no era guarda de su hermano. El rey Saúl culpó al pueblo que quiso quedarse con lo mejor, cuando la orden había sido la de exterminio total.
David, en cambio, cuando el profeta le hizo ver su pecado, como rey pudo haber mandado a ejecutor al profeta por la osadía de haberlo acusado, y así nadie se enteraría del asunto; o decir que la mujer debió haber sido más recatada a la hora de bañarse (antes dije que la cosa no fue incidental, sino premeditada); no, David dijo: “He pecado”. Sin embargo, aunque el Eterno le había dicho que era perdonado, cosechó el fruto del pecado, es que las consecuencias de él generalmente son ineludibles.
La sinceridad de David en su arrepentimiento quedo reflejada en las palabras de los Samos Treinta y dos y Cincuenta y uno. Donde a la vez encontramos que mientras él quiso ocultar su pecado, estuvo seco. Con lo que voy a decir no justifico a David; pero sin ese pecado la Biblia estuviera falla, pues no tendríamos esos dos importantes salmos penitenciales, o de arrepentimiento.
La conclusión a todo este desafortunado evento, es que si nos arrepentimos de nuestros pecados, “Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Sin contar con que echa nuestros pecados a lo profundo del mar, para nunca más recordarlo”.
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